Toda celebración, sea un cumpleaños, una graduación, una fiesta de aniversario o cualquier evento significativo, es una expresión de alegría, una oportunidad para demostrar el afecto. No hay que subvalorar el significado emocional que tiene para los niños compartir estos espacios de encuentro. Son instancias de unión y reconocimiento que crean, como toda experiencia positiva, una sensación de proximidad que da seguridad a los niños.
En todas las culturas los ritos son esenciales. Cada una define una especie de protocolo en base al cual, con distintos grados de libertad o creatividad, se organizan las celebraciones. Toda la familia es un microcosmos con sus regulaciones propias, y decide qué celebra y cómo. Así, por ejemplo, en una familia se pueden celebrar los logros escolares cuando un niño pasa al siguiente curso, en tanto que para otra puede ser un trámite que no amerita ningún tipo de festejo.
En la memoria emocional de los niños quedan grabadas las celebraciones y los ritos. Habitualmente los de mayor significación emocional se pasan de una generación a otra. En cada nueva familia, cada miembro de la pareja trae un bagaje que proviene de su familia de origen y de allí escoge qué y cómo celebrar, poniéndole un toque personal que lo distinguirá y que hará que los niños vayan teniendo un registro emocional de ellos. Así, Rogelio, de diez años contaba: "En mi casa, como somos muchos hermanos, primos, tíos y mi abuelo, celebramos el primer domingo de cada mes todo los cumpleaños de cada mes. Hay una torta para casa festejado, y al soplar las velas los cumpleañeros piden tres deseos: uno que es para la familia y dos personales. Tiene la obligación de contar uno; los otros puede o no contarlos".
Matilda, de nueve años, que es hija única, relata: "El día del cumpleaños, el festejado tiene derecho a elegir lo que se va a comer, se lo despierta con una torta, y cada uno, además del regalo, le hace una tarjeta".
En las celebraciones hay que poner especial cuidado de no echar a perder la fiesta, para no pasar al recuerdo de los niños como el "aguafiestas". Como ese papá o mamá que, por su rigidez, cuando algo no resulta como esperaba, hace una rabieta y después se amurra, arruinando arruinando cualquier festividad.
Centrarse más en el contenido que en la forma y vivir las celebraciones como una oportunidad de expresar afecto ayuda a crear un clima emocional positivo, que debiera ser el sentido de las celebraciones. La música es un elemento que aporta a crear climas emocionales, vasta recordar los villancicos navideños. La comida también confiere una identidad a la forma en que cada familia celebra, más aún si los niños, aunque pequeños participan en su celebración.