sábado, 30 de abril de 2016

CELEBRACIONES FAMILIARES

            Toda celebración, sea un cumpleaños, una graduación, una fiesta de aniversario o cualquier evento significativo, es una expresión de alegría, una oportunidad para demostrar el afecto. No hay que subvalorar el significado emocional que tiene para los niños compartir estos espacios de encuentro. Son instancias de unión y reconocimiento que crean, como toda experiencia positiva, una sensación de proximidad que da seguridad a los niños.
            En todas las culturas los ritos son esenciales. Cada una define una especie de protocolo en base al cual, con distintos grados de libertad o creatividad, se organizan las celebraciones. Toda la familia es un microcosmos con sus regulaciones propias, y decide qué celebra y cómo. Así, por ejemplo, en una familia se pueden celebrar los logros escolares cuando un niño pasa al siguiente curso, en tanto que para otra puede ser un trámite que no amerita ningún tipo de festejo.
             En la memoria emocional de los niños quedan grabadas las celebraciones y los ritos. Habitualmente los de mayor significación emocional se pasan de una generación a otra. En cada nueva familia, cada miembro de la pareja trae un bagaje que proviene de su familia de origen y de allí escoge qué y cómo celebrar, poniéndole un toque personal que lo distinguirá y que hará que los niños vayan teniendo un registro emocional de ellos. Así, Rogelio, de diez años contaba: "En mi casa, como somos muchos hermanos, primos, tíos y mi abuelo, celebramos el primer domingo de cada mes todo los cumpleaños de cada mes. Hay una torta para casa festejado, y al soplar las velas los cumpleañeros piden tres deseos: uno que es para la familia y dos personales. Tiene la obligación de contar uno; los otros puede o no contarlos".
             Matilda, de nueve años, que es hija única, relata: "El día del cumpleaños, el festejado tiene derecho a elegir lo que se va a comer, se lo despierta con una torta, y cada uno, además del regalo, le hace una tarjeta".
             En las celebraciones hay que poner especial cuidado de no echar a perder la fiesta, para no pasar al recuerdo de los niños como el "aguafiestas". Como ese papá o mamá que, por su rigidez, cuando algo no resulta como esperaba, hace una rabieta y después se amurra, arruinando arruinando cualquier festividad.
             Centrarse más en el contenido que en la forma y vivir las celebraciones como una oportunidad de expresar afecto ayuda a crear un clima emocional positivo, que debiera ser el sentido de las celebraciones. La música es un elemento que aporta a crear climas emocionales, vasta recordar los villancicos navideños. La comida también confiere una identidad a la forma en que cada familia celebra, más aún si los niños, aunque pequeños participan en su celebración.



viernes, 22 de abril de 2016

EXCESOS

          Todo con moderación. Esa es la consigna. Las enfermedades mentales o las patologías psíquicas no son más que el aumento en frecuencia e intensidad de rasgos y conductas normales.
          Todos estamos, a veces, más "bajoneados", más tristes, con menos vitalidad y menos fuerza, con malos presentimientos sobre la vida y el futuro. Dormimos mal, amanecemos cansados. Pero eso no nos hace depresivos.
          Todos podemos a veces andar susceptibles, sentir que nadie nos quiere, nadie nos convida, o todos nos atacan de manera que nos parece injusta. Eso no nos hace paranoicos.
          Todos somos un poco egocéntricos y hay tiempo donde las necesidades ajenas nos aburren, donde solo nos interesa el yo, yo y yo. No somos capaces de escuchar, de interesarnos, de ponernos en el lugar del otro. Eso no nos hace narcisos. O sea los síntomas no hacen la enfermedad. No si se dan a veces y de manera ligera.El miedo a la locura, que es necesario y normal porque nos conecta con la realidad y nos hace buscar lugares seguros, puede también ser patológico.
          Yo creo que Chile tiene ese enfermedad. Está enfermo de cordura. Tal vez por eso tanta violencia, tanta incertidumbre. Nadie quiere jugar, todos quieren portarse bien. Para que los demás nos quieran para no sentirnos distintos.
          Vicente Huidobro, el gran poeta chileno, decía. "Sí no hiciera al menos una locura por día, me volvería loco" Tenía toda la razón. Para ser cuerdo hay que permitirse un poco de locura. Porque de lo contrario la conducta nos enferma. Dicen que los chilenos son grandes pecadores, pero siempre a escondidas. Por tanto, actúan como quien peca, no como quien ama la vida.
          La gente más "Loca" es maravillosa. Es original, en el sentido de que se atreve a tener perspectivas y juicios distintos de la mayoría. Es genuina y sobre todo es empática. Por que no puede sentir como el otro y entenderlo si estoy asustada del otro, si todos mis mecanismos de defensa están en guardia, si solo quiero oír lo que corrobora lo que yo pienso y siento. La locura no va a ser total si soy un poco loco.
         Una mujer que había sido abandonada por su marido, por otra mujer, me dijo: "Quiero que se quede inválida para que sea un cacho. Para que él se pudra de lata. Que choque y quede fea. Todo eso quiero". ¿Significa que la va a chocar?. No, es la fantasía de venganza. Solo que ella la reconoce y verbaliza. Hay quienes no son malos ni siquiera en la fantasía.
         Pero cuidado. También nos enfermamos de cuerdos.
Por Paula Serrano
Psicológa.