Que los niños y los adolescentes necesitan límites, es algo que ningún padre puede cuestionar. También es claro que aprender a respetar las normas facilitará la convivencia social y el cumplimiento de sus metas. Por lo tanto, tomar conciencia de las reglas y aceptarlas es un mecanismo a través del cual el niño aprende a autorregularse.
Es importante señalar que los límites puestos por los padres son también una expresión del cuidado y preocupación hacia sus hijos. Como ejemplo, fijar el horario para irse a dormir tiene que ver con que el cerebro se restaura en la noche y durante el sueño se secreta la hormona del crecimiento, junto a otras variables importantes, como es la necesidad de que los padres descansen.
Por lo tanto, poner normas no es una arbitrariedad de los padres, sino un deber, que busca el bienestar físico y emocional de los niños, junto al de toda la familia. Y así como sucede con el sueño, lo mismo vale para otras áreas en las que deben establecerse regulaciones.
Es importante que los hijos perciban que los límites acordados tienen que ver con favorecer un adecuado contexto para su crecimiento físico, emocional y social. Es por ello que las reglas deben tener un sentido que deba ser comprendido: cumplir con el objetivo de que el niño tenga un crecimiento armónico. En la medida que los niños crecen, se ponen más inquisitivos y tienden a cuestionar los supuestos detrás de las normas. Ello no quiere decir que los padres deban ceder, pero sí pueden argumentar y explicar el significado de los límites, sin entrar en largas y complejas explicaciones, las que sí deben ser claras y suficientes.
Es imposible convencer al niño de que le gusten algunas restricciones que se le imponen, pero es necesario que le quede clara la finalidad. Es bueno empatizar con que puede ser a veces frustrante para ellos, pero siempre necesario.
El juego de poner las reglas tiene que ver con un encuentro de miradas, en el que el niño sienta que su voz es acogida. Las explicaciones deben darse cuando los niños están serenos, porque si están ofuscados, su cerebro será incapaz de elaborar los razonamientos. Es preciso buscar el momento oportuno en que los niños estén receptivos a los argumentos y los adultos también. No se pierde autoridad si se hacen ajustes derivados de los sentimientos y posturas de los niños. La disciplina no es una lucha de poder, sino la búsqueda de la mejor forma para convivir en familia, donde los padres requieren tener mucha paciencia para convertirse en un modelo de autorregulación.
A través de la disciplina, se busca enseñar a razonar y dirigir al niño para convertirse en una mejor persona.
Por Neva Milicic
Psicologa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario