viernes, 2 de octubre de 2015

EXPERIENCIAS CRISTALIZADORAS

Es indiscutible que las experiencias emocionales tienen un factor decisivo en la construcción de la identidad, especialmente en la infancia, donde tienen el potencial de marcar la trayectoria de vida de los niños.

Cuando se tienen experiencias emocionales positivas y estas se comparten, se produce un beneficio para todo el grupo que está comprometido con esa experiencia.

Recordemos, por ejemplo, que cuando a un niño le entregan un reconocimiento en forma inesperada, o los hijos preparan una sorpresa a sus padres, todos se sienten alegres, optimistas y cercanos.

Hay experiencias que no solo son positivas, sino que han sido descritas como "cristalizadoras" porque al experimentarlas se produce un descubrimiento de sí mismo, o un encuentro consigo mismo, que tiene un gran potencial de desarrollo futuro.

Un director de orquesta chileno contaba en una entrevista en televisión que a los seis años lo llevaron a un concierto en vivo y que esa experiencia tuvo un valor decisivo en su vocación artística, recordando específicamente que se tocaba una sinfonía de Beethoven. Puede suceder que cuando un niño lee poesía decida ser escritor; o que cuando cocina con su abuela decida ser chef; o bien cuando se enfrenta a un microscopio, decida que será un científico.

Una alumna universitaria recuerda que cuando estaba en educación secundaria, hubo un profesor que dejó una huella decisiva en sus alumnos. Lo relata textualmente así: "Con este profesor podía expresarme, ser yo y dar rienda suelta a la imaginación para crear y organizar actividades, sintiendo siempre su respaldo. Además, este profesor se involucraba con nuestras vidas, apoyándonos con las dificultades del colegio, como también con los problemas personales, abierto y dispuesto, o cuando estábamos con un rostro triste o preocupado, a nuestros cambios de humor".

Obviamente que se trataba de un profesor que entendía que educar es algo más que traspasar conocimientos, que con suerte no estarán obsoletos en veinte años más. Era alguien que sabía que conectar al niño con experiencias participativas; tenía un enorme potencial formativo.

La familia es un espacio privilegiado para tener experencias cristalizadoras, por el conocimiento profundo que se tiene de los hijos, de sus intereses y de sus talentos, para desde allí generar los espacios y actividades que le permitan a los niños encontrarse consigo mismos y poder imaginar trayectorias de vida, en que esa experiencia que están viviendo pueda ser interiorizada y elaborada como un sí mismo posible.

Por Neva Milicic
Psicologa.



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